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La Toráh Viviente

    Judaísmo, Toráh y Mashíaj siempre han sido conceptos que han marchado paralelos en Israel con intensidad profética, llenos de grandeza y majestad. No obstante, fue hasta el periodo del Segundo Templo cuando tales conceptos se fusionaron total e indisolublemente. Los rabinos más doctos percibieron por la lectura de los profetas que el Mesías era la Toráh Viviente, la Davar o Memra (Palabra) del Todopoderoso (Is. 1:10; 2:3; 5:24; 8:20; Mi. 4:2; Sal. 119). En los Escritos Nazarenos, Yahojanán ben Zavdai o Juan inicia su libro declarando sin ambages que el Mesías es la Davar, דָּבָר (Jn. 1:1 - 17). En realidad, este es el primer Salmo nazareno que se tenga noticia. Es profecía en poesía, un canto a un momento de perplejidad y descubrimiento; por un instante una de las cien puertas de los cielos se abrió, y el mundo contempló arrobado la mecánica de la Creación hasta que el Padre de Todo la volvió a cerrar y la revelación cesó. Tales instantes son únicos en la historia pero viven para siempre en la eternidad. El salmista dijo: “Para siempre, oh Yahwéh, permanece tu palabra en los cielos” (Sal. 119:89).
    El Salmo está compuesto de cuatro estrofas. La primera de ellas es la Davar Yahwéh que antecede a la Creación del Cosmos (versículos 1 al 5). בְּרֵאשִׁית הָיָה הַדָּבָר, Bereshit hayah ha Davar, “En el principio era la Davar”. El principio del principio, antes que el tiempo fuera hecho el Mesías existió. Habló y la Creación fue hecha. Él fue el obrero maestro y el Padre el arquitecto.
    La segunda es el testimonio del profeta Yahojanán ha Matbil acerca de la Davar Memra (versículos 6 al 8). Dentro de los cánones del judaísmo del Segundo Templo el testimonio de un profeta es una de las pruebas máximas que se pueden ofrecer a las gentes. No solamente por las ideas que expresa, sino también por los momentos que experimenta la presencia del Todopoderoso. El profeta es un testigo y sus obras son su testimonio.

    La tercera estrofa es la luz reveladora que el mundo se negó a conocer, no porque estuviera tras un velo de enigmas o de ocultas circunstancias, sino porque conocer hebraicamente es obedecer de todo corazón, con toda el alma y con todo el poder la Toráh (versículos 9 al 13). El llamado tantas veces repetido por Moshé y los profetas, ha sido el más ignorado por las gentes, “Yo te mando hoy que ames a Yahwéh tu Eloah, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas...” (Dt. 30:16; Lv. 22:31; Sal. 119:4; Mt. 19:17). Ciertamente, el guardar los mandamientos da dirección a la bondad; pero cumplirlos lleva la esencia de la santidad. En la Ley del Sinaí el concepto de la bondad es penúltimo y no tiene significado si no es seguido por el concepto último, la santidad. La prueba reside en la Creación del universo, el cual fue hecho en seis días y el Padre de Todo los consideró muy buenos, mas al séptimo día, el Shabat, Él lo hizo santo. La bondad debe arribar a la santidad.  

    La Toráh consta de 613 mandamientos o תרי"ג מצוות‎‎ (taryag mitzvot) y esa cifra sagrada es equivalente numerológico de la expresión “la luz” (et ha-or, אֶת־הָאוֹר) en la narrativa del Génesis (Gn. 1:3).

    La Toráh es la sintaxis de la luz en la cual el Rey del Universo habla y las naciones responden. Donde lo sublime del hombre atisba la infinita sabiduría del Padre de Todo. Sin embargo, para vergüenza de propios y extraños, la Toráh Viviente, la Toráh de Luz es aquella que las naciones han crucificado, y desde el docto hasta el iletrado la han llamado “maldita, abrogada, u obsoleta”. Ante la Toráh crucificada el oscurantismo religioso ha cantado a las cadenas de una libertad falsa; creada filosóficamente por el helenismo y alimentada teológicamente por los Padres de la Iglesia. La luz del Mesías ha sido y sigue siendo desechada por los hombres a cada minuto y hora.   
La cuarta y última estrofa es el testimonio de la asamblea nazarena para el mundo. Esto se observa en el cambio gramatical de la tercera del singular a la primera persona del plural (versículos 10 al 18). El pasaje más importante de esta sección es: “Y la Davar puso su suka entre nosotros”. (Jn. 1:14). La palabra סֻכָּה suka sugiere conceptualmente que Mashíaj nació a mediados del mes séptimo del calendario hebreo o Etamin durante los días de la solemnidad de Sukot o Tabernáculos (Lv. 23:34 - 43). Por esa razón había tantos peregrinos en Belén que Yoséf ben Yakov y su esposa Miriam no encontraron alojamiento, y no necesariamente por el censo convocado por el emperador Tiberio como comúnmente se piensa (Éx. 23:17; Dt. 16:16). 
    En las palabras del profeta la Davar o Memra no es un objeto de contemplación, la Davar ha venido a ser historia. 

Por Francisco Martínez

Del libro: “La Salvación viene de los Judíos”

Derej ha Shem

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